martes, 21 de abril de 2015

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Te imagino aquí. Detrás de mí. A la distancia máxima desde la que pudieras contemplarme sin ver mis reacciones. A la distancia mínima a la que yo pudiera vaticinar tu presencia.
¿Cómo eres capaz de alterar mi único músculo cordiforme sin posar un solo roce sobre mí? ¿O acaso es verdad eso que dicen de que las almas se conectan, capaces de quemar sin consumir?
Sigues ahí detrás, con las palabras retenidas como si supieras el impacto que provocan en mis sentidos. Ingenuo de ti, que aun no has comprendido la succión sensitiva que me provoca tu silencio. O quizás el límite de tu lenguaje sea el horizonte de mi mente. Ya sabes, es innecesario ver para entender lo que se puede imaginar.
Y joder, me niego a rendirme ante la mediocridad de tu silencio, esa disciplina que tienes de erotizar el lenguaje y esa ambición tan tuya de hacer discurrir las palabras en mi imaginación. ¡Maldito tu lenguaje tan matemáticamente calculado!
Y es que, para conocer tus formas, necesito desencajar nuestras conexiones causales, (esto que podríamos haber evitado si yo no hubiese comenzado a pensar en ti.) Pero ahora trato de restar las pulgadas cúbicas que nos separan. No sé que debo mostrarte, ni hacia donde me quieres dirigir (porque estoy segura de que estás ahí), así que voy a comenzar a caminar hacia adelante sin dejar de mirarte con la imaginación;
[...]  ya sabes lo que dicen, cuando no dejamos de mirar en una misma dirección, a veces pasa que la ilusión se disipa y lo real aparece.

1 comentario:

  1. Precioso, Ana!!!!
    Yo creo que no hay separación entre la imaginación, o la ilusión, y lo real, ji,ji....así las cosas son más fáciles, sobre todo si sabes imaginar bien. Un abrazo.

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